La moderna sociedad en la que vivimos requiere una mejora en la calidad de todos los productos de consumo y que toda la población tenga acceso a las mejores infraestructuras y viviendas.

El bien más consumido por la humanidad, después del agua, es la piedra y dentro de ésta los áridos para construcción. Es más, vivimos rodeados de ellos en forma de hormigón, morteros y asfalto.

Cada día se baten nuevos récords en la construcción con rascacielos que superan en altura a los anteriores, presas hidráulicas gigantes y canalizaciones de agua, puertos marítimos y aeropuertos, autopistas y carreteras con túneles y puentes espectaculares que mejoran nuestras comunicaciones y servicios.

Asimismo, para obtener estructuras más livianas y resistentes, y carreteras más seguras, se utilizan mezclas de áridos con ligantes como el cemento o el asfalto, mejorando cada día la tecnología de ellos.

Como no puede ser de otro modo, y para garantizar nuestra seguridad, existen normativas de áridos y mezclas, cada día más estrictas, y que deben estar garantizadas por los productores de estos bienes de enorme consumo. Las normativas y sus actualizaciones son cada día más homogéneas, aunque cada país o comunidad edite las propias.

En cuanto al uso de los diferentes minerales existen condicionantes físicos, tales como la dureza de la roca, su resistencia a la abrasión y compresión y los tamaños y distribución granular que condicionan los minerales que se pueden utilizar como áridos de la construcción. También existen condicionantes químicos como la ausencia de materia orgánica, sulfatos y cualquier otro que pueda reaccionar de forma negativa con el ligante empleado, en este caso, cemento o betún asfáltico.

El objetivo es cumplir con los requisitos granulométricos que marca la normativa y además de ello, el material mineral que empleamos como árido de construcción tiene que cumplir la normativa de dureza, resistencia a la compresión, resistencia a la abrasión y los condicionantes químicos.